Tras los descendidos resultados de la evaluación PISA en Chile, han resurgido los cuestionamientos acerca de las causas de este fracaso en el país; pasando desde la infraestructura o tecnología usada en las salas de clases, por la capacitación y remuneración de los docentes y hasta el tipo de metodologías utilizadas para enseñar a los estudiantes. Pero el tema se escapa de las fronteras de nuestro país, y se remonta a más de cuatro siglos atrás en el tiempo.
En medio de estos cuestionamientos,
se nos han olvidado algunas de las que podrían ser las preguntas más
importantes: ¿Qué estamos enseñando?, ¿Para qué estamos enseñando? y ¿Qué están
aprendiendo los niños?
A través de 400 años, aproximadamente, se ha mantenido el
paradigma de la educación tradicional que prima actualmente en el mundo: ¿no
será hora de abrir los ojos y detenerse a pensar? Hay muchos motivos para
pensar en un diferente paradigma de educación.
Un grave error de la educación tradicional, es “educar” a
los estudiantes con la finalidad de rendir evaluaciones,
que miden qué tan bien se aprendieron los niños la materia de memoria. Esto se
ve reflejado, por ejemplo, al no permitir a los estudiantes trabajar con los
libros de estudio abiertos durante las evaluaciones, ya que los niños lo único
que tienen que hacer es repetir el contenido de memoria.
Por su lado, las clases
han seguido una lógica parecida, donde los profesores instruyen contenidos
durante la jornada completa, sin otorgar mucho lugar al pensamiento, sin poder
cuestionarse los contenidos, aplicarlos a la realidad de cada uno y a crear
nuevas ideas, conocimientos y aprendizaje.
Si instruimos todo el día y todos los días a los niños, y
posteriormente evaluamos los contenidos textualmente; entonces, los niños no están aprendiendo los
contenidos, sólo están entrenando la habilidad de memorizar. Si ese es el
objetivo final de la educación chilena mejor ponemos a los niños a jugar memorice.
¿Qué Aprender?
Especialmente en estos tiempos, donde es tan fácil encontrar
información gracias a internet, lo que menos debería preocuparles en las
escuelas es enseñar contenidos, sino entrenar
habilidades como: pensar, sentir y crear a nivel individual. A su vez, a
nivel grupal sería importante promover interacciones acordes a la edad de los
niños (jugar) y mediar dichas interacciones orientados al aprendizaje de habilidades sociales adecuadas. En otras palabras,
los contenidos revisados en clases debieran ir de la mano con la experiencia y
el juego, y la manera de enseñar los valores debiera ser realmente transversal.
La educación no necesita un cambio ligado a un aumento de la
tecnología usada en las salas de clase, ni modificaciones en los contenidos del
Curriculum. Y aunque sí sería bueno reducir el número de niños por aula,
capacitar mejor a los profesores, mejorar el sueldo y las condiciones laborales
de éstos, y reducir la jornada escolar; no cambiaría significativamente la
calidad de la educación si no se enseña con un sentido.
El Verdadero Significado de Aprender
La educación debería estar estrechamente ligada con la pregunta:
¿Para qué estamos aquí? Una vez que
conocemos o creemos en una respuesta para esta interrogante, podremos darle un
significado, organización y motivo a lo que enseñamos.
Para ser un educador, lo mínimo que se podría tener es una
idea del por qué o para qué estamos aquí en el mundo, o bien el para qué
queremos estar en él. Ya que teniendo esa visión clara, es posible conectar
cualquier aprendizaje, dándole sentido. Ese sentido se transmite a los niños,
quienes encuentran un significado en lo enseñado y de esta manera lo aprenden,
no como una mera memorización, sino transformando estos datos en información y haciéndola
suya. ¡Esto es aprender de verdad!
Posteriormente, para facilitar el proceso de
enseñanza-aprendizaje, de vez en cuando
conviene realizarnos las preguntas: ¿Qué
estamos enseñando?, ¿Para qué estamos enseñando? y ¿Qué están aprendiendo los
niños? De manera de retroalimentar y supervisar este proceso.
Finalmente, la
educación debería entregar las herramientas necesarias para enfrentar la
respuesta a la pregunta ¿Para qué estamos aquí?. De esta manera, podemos
construir un futuro con personas que tengan una misión o vocación en la vida, y
las herramientas correspondientes para llevarla a cabo.
El Privilegio del Homeschooling
El Homeschooling, al igual que algunos otros enfoques no
tradicionales de educación, nos regala a
los padres la oportunidad y la libertad de
entregar a nuestros hijos este tesoro que es el real aprendizaje.
Los padres Homeschoolers -conociendo la respuesta a estas preguntas- fácilmente podremos hilar
con nuestros hijos todo el aprendizaje a un significado más profundo y más
abstracto que el de una asignatura aislada, logrando un verdadero aprendizaje
para toda la vida.
Junto a lo anterior, educando en la casa nos beneficiamos de
controlar los tiempos y metodologías de enseñanza que utilizamos, pudiendo
promover el pensamiento, sentimiento y creación de nuevos contenidos, haciendo
clases donde el estudiante practique, investigue, se cuestione y cree, en vez
de simplemente escuchar a un profesor hablar delante de un curso durante todo
el día.
¿Están nuestros hijos “aprendiendo de verdad”?, ¿Están las escuelas enseñando lo realmente importante en la vida? ¿Qué estamos haciendo al respecto como padres y primeros educadores de nuestros hijos? Seamos un ejemplo para nuestros hijos, y pongámonos a pensar.
Algunos links para complementar:
Este excelente
video resalta los motivos que nos llaman a un cambio de paradigma en
educación.
Documental “La
Educación Prohibida”, a favor de un cambio en la Educación.